El clima se estaba luciendo: al cesar el viento había empezado a llover.

Inesperadamente, y al cesar el viento, escuchó el seco crujido afuera.

Sus oraciones hicieron cesar el viento y parar el tiempo.

Media hora después, al cesar el viento, la superficie del río quedaba casi inmóvil.

Al cesar el viento, las nubes se deshicieron en lluvia.

El bosque se volvió color plomo, inmóvil como una costra, al cesar el viento.

Al cesar el viento, su daga había caído, chocando contra el tejado y precipitándose al vacío.

Charteris mantuvo inmóvil la mirada cuando, al cesar el viento, el cabello le tapó los ojos.

Al cesar el viento no hubo nada.

Paul saludó a su estandarte, observando cómo la tela verde y negra colgaba inerte al cesar el viento del alba.

Casi continuamente rugió la tormenta en aquellas desdichadas vacaciones y hasta en los mejores días soplaba sin cesar el viento huracanado.

Reinaba una calma absoluta sobre el océano que, al cesar el viento, volvía a estar tranquilo y terso como una inmensa placa azul.

La única posibilidad de las galeras era tentar a los barcos mayores para que se acercaran a la costa y atraparlos al cesar el viento.

El barco buscaba sin cesar el viento y Valencey de Adana, cuya gran paciencia igualaba la amabilidad de su tono, explicaba la maniobra a Victoire:

Nos llevará al menos cuatro horas, o más si cesa el viento.

Cesó el viento al tiempo que se plegaban las puertas de acordeón.