Sus ojos son conchas de mejillón y ve en la oscuridad".

Estas conchas de mejillón no significan nada por sí mismas, solo son conchas de mejillón.

Después de un rato pareció que mi parte del cuadro solo tenía conchas de mejillón.

Las conchas de mejillón parecían interminables y yo me seguía arañando los dedos con los afilados bordes.

Era el único lugar por donde se podía atravesar la llanura de conchas de mejillón, afilados como navajas.

Max daba patadas a las conchas de mejillón que había en la playa, las pisaba y las aplastaba.

Allí en la costa lejana, detrás de montones de conchas de mejillón, un gran gentío de seres se había reunido.

Ahí estaba él, sentado a mis pies entre las conchas de mejillón, carcajeándose y tirando puñados de arena a su alrededor.

Otra aldea hacía joyas complicadas de alambre de plata; otra, joyas de ámbar; otra trabajaba con el nácar de conchas de mejillón.

Del otro lado del huerto, una especie de puente de Rialto salvaba una charca, cuyas orillas estaban incrustadas de conchas de mejillón.

Seguía trabajando a través de capas de conchas de mejillón, y me acordé de aquel restaurante nuevo, aquel al que fui con Eva.

La corriente que entraba por la ventana apenas mecía las conchas de mejillón del móvil, cuyo interior brillaba a la luz del sol.