Como resultado, he imitado a una culebra negra para llegar hasta aquí.

Una trenza serpenteante como una culebra negra en la amarillenta hierba.

Somos la culebra negra frenética -azuladoabdomen ceniciento de cuello claro-del norte de América.

Porque te zambullen el mastodonte ése que ellos tienen, la lamabada-blada, la culebra negra de Alabama.

Una culebra negra tan larga como mi pierna se deslizó lentamente de un lado a otro.

El corredor se extendía hacia la oscuridad, serpenteando a través de la piedra como una culebra negra.

Apenas se había quitado de la cabeza aquel fardo, cuando de él emergió una larguísima culebra negra.

Dio un chasquido como un disparo y se arrolló al cuello de Malpass como una culebra negra.

Cuando golpeó el brazo izquierdo contra la repisa, la implacable culebra negra quedó tendida sobre los azulejos.

Sin la ayuda de aquella fina lente el ejército francés parecía una culebra negra serpenteando por el valle.

Serpenteaba a lo largo de un denso bosque abajo en el valle, una culebra negra de refulgentes escamas.

Una rabia grasa y resbaladiza surcó cual culebra negra el interior de Kysen y se arremolinó en su corazón.

Cierro los ojos y las selecciono por el olor: caléndula, artemisa, raíz de culebra negra, anís, manzanilla, hoja de frambuesa.

Después de frotarse los ojos descubrió a la enorme culebra negra que reposaba ovillada a su lado y la observó sorprendido.

Siguió el río mientras veíale serpentear a través del paisaje, iluminado por la luna y semejante a una culebra negra y reluciente.

Amy lo miró, arrinconado en la mesa de la cocina: una culebra negra, otra vez, enroscada, alzándose con el sonido del cascabel.