Mi padre, el ebanista de ataúdes, también está allí y me lo ha perdonado todo.

Y exactamente así describió el ebanista de ataúdes a su tacaño cliente... ¡el de la furgoneta de color cardenillo!

Al decir aquello miró fijamente a los ojos al ebanista de ataúdes, pero Johann Holzrock no pareció sorprenderse ni inquietarse absolutamente nada.

¡Una anécdota muy propia de la vida de un ebanista de ataúdes!

¿Es que entonces es ebanista de ataúdes desde hace muy poco?

¡Por la descripción del ebanista de ataúdes tenía que tratarse del Doctor Gans!

¡Y ebanista de ataúdes es una profesión muy bien considerada!

-Sí ,cuandoestaba en el jardín de infancia -respondióel ebanista de ataúdes riéndose-.

- Ebanistade ataúdes... ¡qué idea más buena!