Quiero escuchar conceptos, que me digan por qué no es buena la propuesta y cuál es la alternativa.

Alfonso se limitaba a escuchar conceptos de los que, según él, estaban capacitados para manejar los destinos de la nación.

Tenía que levantarse, al día siguiente, seguro de que no volvería a ver caras estúpidas, ni volvería a escuchar conceptos desatinados.

No sabía si acababa de escuchar conceptos muy profundos o de soportar la perorata de un fanático religioso, de un hombre arrastrado por la fatalidad.