Hizo girar el paraguas y lo estiró como una esgrimidora, apuntando directamente al cuello de Rawley.

El cuerpo firme de esgrimidora de su esposa podía moverse entre la vegetación mejor que el suyo.

No suponía ninguna diferencia el hecho de que yo, como hábil esgrimidora, fuera capaz de defenderme a mí misma.

Helene Mayer, nuestra esgrimidora judía de los Juegos Olímpicos, hasta saludó con el brazo en alto al recibir la medalla de plata.

Quizá no por obra de la casualidad, ya que la joven rubia de la foto me recordaba enormemente a la esgrimidora judía Helene Mayer.