Tenía fama de galanteador, aunque en sus aventuras era de una discreción absoluta.

Mi fama de galanteador afortunado le quitaba el sueño, y a mí me ocasionó sofoquinas.

Puse en ti lo mejor de mi espíritu y nunca dudé de tu cariño pese a la fama de galanteador que tenías.

Sus preocupaciones eran más de talante doméstico y libidinoso, pues de su fama de galanteador de cómicas disfrazado se murmuraba ya en corrillos callejeros.