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No habría visto jamás ni un solo guilder, ni una sola piedra.
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Ya sabe que cada visita vale un guilder.
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Los altos ingresos fortalecían el guilder (entonces la moneda holandesa) y de ahí la pérdida de competitividad.
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Me debe otro guilder, puesto que ha ofrecido pagar con exactitud; las visitas y la medicina suman tres y medio.
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Aunque sentía gran afecto por su corpulento tío, que solía darle de escondidas billetes de diez guilder cuando era muchacho, costó bastante persuadirle.
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Una cuestión en la que, últimamente, Guilder se había implicado a fondo.
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Guilder había reflexionado largo y tendido sobre el problema de la presentación.
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Todas las cabezas se volvieron hacia la voz, incluida la de Guilder.
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Guilder no se había sentido muy a gusto cuando autorizó la misión.
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A aquellas alturas, Guilder estaba tan frenético que apenas procesaba sus palabras.
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Una sombra gris resbaló sobre la visión de Guilder: tuvo que sentarse.
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Grey tuvo la sensación de que Guilder llevaba sentado allí bastante rato.
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No, no; váyase solo en buena hora, pero deje aquí los guilders.
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Aunque el mundo nos desprecie, pensó Guilder, ¿qué hará cuando hayamos desaparecido?
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Había algo diferente en el apartamento, aunque Guilder no supo precisar qué.
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Ahora, Guilder se sintió seguro de que estaba viendo a Lawrence Grey.