Stephen Dobyns me recuerda a Hart Crane, pero con menos pretensiones.

Que es lo que haría Hart Crane ya resuelto a morir:

Aquel último saludo amistoso era el Hart Crane más auténtico.

Hart Crane podría hallar poesía en los de su clase.

Hart Crane fue el único hijo de una pareja catastrófica.

Y también me gusta el gran poema que el suicida Hart Crane le dedicó.

Rimbaud, Bierce, Villon, Romualdo Locatelli, Hart Crane, Kaja, Lew Welch... incluso Corso lo logró.

El estudio de Ruth se llamaba Hart Crane.

Hart Crane describió a Melville como una sombra fabulosa atravesando las orillas del Hudson: eremita, misántropo, desilusionado.

Y luego la de Hart Crane.

Mishima, Rothko, Hemingway, Berryman, Koestler, Pavese, Kosinski, Arshile Gorki, Primo Levi, Hart Crane, Walter Benjamin... una cuadrilla incomparable.

No es raro que Hart Crane se tirase a la hélice, no es raro que Chatterton se tomara un matarratas.

Baudelaire sigue siendo el gran ejemplo, pero hay muchos otros; mírelo a Villon, mírelo a Hart Crane, mírelo a César Vallejo.

Su originalidad no ha sido igualada ni siquiera por la fuerza de sus descendientes poéticos: Wallace Stevens, Hart Crane, Elizabeth Bishop.

Dijo que casi se había tirado por la borda del barco, lo mismo que Hart Crane, en su viaje de regreso.

Hart Crane descubrió un buen día que escuchar borracho a Sibelius le hacía ponerse a escribir hasta ya no poder más.