El hombre desocupado enciende un cigarrillo y sufre una segunda erección mirándolos.

Lope de Valdivieso, el esposo de María Losantos, era un hombre desocupado.

No parecía un campesino, pues estaba demasiado gordo y blanco, sino un hombre desocupado.

Un hombre desocupado y muy interesado por el sexo, que siempre estaba al acecho.

En cierto modo eso carecía de importancia para un hombre desocupado de más de setenta años.

El mismo Franco tenía aspecto de hombre desocupado.

Fumaba un cigarrillo con parsimonia de hombre desocupado.

En medio de la alegría que esta tarea producía en aquel hombre desocupado, Rosalía le dijo abrazándolo:

Curt era un hombre desocupado, sin fortuna tal vez, pero por falta de la cual no sufría.

Pues no hay nada más perezoso que un hombre regalado, ni más curioso que un hombre desocupado.

Curiosidad de hombre desocupado, nada más.

Es un hombre desocupado, ¿verdad, Davies?

Puede que esto solo signifique que mi figura y mi aspecto general llamaron la atención a un hombre desocupado.

Pareces un hombre desocupado, y yo tengo oro que ofrecer...

Y la verdad -añadió-,cuandole observo lo hago con curiosidad; es usted el primer hombre desocupado que he visto nunca.

Hasta ese momento no había caído en la cuenta de lo rápido que había sido el tránsito de soldado a hombre desocupado.