Me inclino hacia este hombre greñudo, al que le saco la cabeza.

Por la otra ventanilla apareció un hombre greñudo, de dientes blanquísimos mostrados en una sonrisa.

Se notaba que detestaba, pero toleraba, al encargado, un hombre greñudo de origen árabe, que me preguntó:

Allí sentado, con las piernas cruzadas, permanecía un hombre greñudo que tocaba una flauta hecha con el tubo de un desagüe.

Cuando halló valor para mirar de nuevo, vio al hombre greñudo y salvaje sentado en la orilla, a dos metros de ella.

La portada del disco estaba ilustrada con una pintura antigua, con un hombre greñudo de corbatín blanco, de ojos perdidos, serios y claramente muertos.