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Por momentos, en la poterna se apiñaban hombres acorazados, soldados de infantería.
2
Al comienzo componían la tropa cuatrocientos hombres acorazados y trescientos ballesteros.
3
Henri el Bizco, herido en un costado, combatía heroicamente contra otros dos hombres acorazados.
4
No eran hombres acorazados, sino los inferiores, los milicianos.
5
Y, además de los marineros, hay cuatrocientos hombres acorazados a bordo de los navíos de Tana.
6
No intentaría trabarse otra vez en combate con los hombres acorazados y luchar como ellos querían.
7
A esa distancia, los pesados proyectiles atravesaban los escudos y corazas, atravesando a los hombres acorazados.
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Caballos de guerra, bufando con los ollares rojo sangre, lanzaban a los hombres acorazados a la carga.
9
Uno de los hombres acorazados giró y llamó a un oficial que se encontraba a cierta distancia.
10
Bien, el que hayamos podido desplazarnos sin dificultades se debe en parte a la presencia de hombres acorazados con armadura.
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Djedef dio la orden de que avanzaran unos centenares de hombres acorazados para combatir contra la guardia de la muralla.
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Los dos primeros se mantuvo inmóvil, segura de que los hombres acorazados que la habían dejado allí iban en serio.
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Los hombres acorazados clavaron las espuelas en sus monturas y cargaron el uno contra el otro con las lanzas bajadas.
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Thomas, empapado de sudor y con el brazo dolorido, pensó que aquellos hombres acorazados no podían haber sido más vapuleados.
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A pesar del temor que les embargaba, algunos nativos trataron de defender sus hogares e hicieron frente a los hombres acorazados.
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Pero Giustiniani y sus hombres acorazados mantienen el puesto de honor, frente a los jenízaros, junto a la puerta de San Romano.
