Eran los hombres del sah y cualquiera de ellos moriría para protegerle.

Los hombres del sah habían acabado con cientos de mujeres mongolas, pero éstas seguían viniendo y muriendo.

Sus tumanes habían acabado con muchos de los hombres del sah, pero sus propias pérdidas eran espantosas.

Los hombres del sah se habían desplegado para formar una red humana que empujara a las bestias hacia él.

Por fin, uno de los primeros hombres del sah le informó con un grito de que el khan se había retirado.

No había hombres sobre sus lomos, pero en aquel lugar tan estrecho, no podían detenerse para evitar a los hombres del sah.