En las calles, hombresraquíticos y contrahechos arrastraban con orgullo viejos uniformes y armas oxidadas.
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Se volvían a sus cuevas en un país remoto, donde estaban custodiadas por una raza de hombresraquíticos.
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Pero no era sino precocidad infantil, de las que luego salen fallidas, dándonos tras el muchachón de extremado vigor cerebral, hombresraquíticos y sin seso.