1
El señor Conesal estaba hondamente triste y el premio parecía no importarle.
2
Don Álvaro se apercibió de esta inteligencia y se puso hondamente triste.
3
Todavía entonces, México no era la ciudad hondamente triste que conocieron años posteriores.
4
Agaché la cabeza y, Dios me perdone, me sentí hondamente triste.
5
Aunque seguía triste, empero; perenne y hondamente triste y desencantado.
6
Pensar en todo ello le parecía hondamente triste.
7
Entonces, paso a paso, tomaba la ribera y entre sauces y pirules se alejaba silbando una tonadilla hondamente triste.
8
Los otros tres hijos, hondamente tristes, miraban al suelo.