Siempre y cuando les convenga, les basta con pronunciar juntos una hora canónica.

La llamada advertía de la finalización de la primera hora canónica.

Quizás esperaba dejarlo en la mesa sin probarlo hasta que llegara la hora canónica.

Para la hora del desayuno, quiero decir, para la hora canónica del desayuno, hemos terminado.

Las horas posteriores a las completas, la última hora canónica del día, siempre habían sido sus preferidas.

A la hora canónica de vísperas cuando el sol se pone afuera, he entrado en la catedral.

La conocía como nadie, ni hubo hora canónica que se le escapase calendario eclesiástico vivo y quincuagésima andando.

Los amantes dejaron Florencia por la puerta de San Giorgio cuando sonaba la sexta, la hora canónica de mediodía.

En ese instante, el tintineo que daba por finalizada la nona u hora canónica se escuchó en todo el monasterio.

La voz del sereno sonaba ahora hacia el hospital San Roque, y le respondió una campana que daba la hora canónica.

A la hora canónica de vísperas, cuando el sol calcina afuera, entro a la iglesia catedral en pos de los signos.

Como respetando la hora canónica de vísperas, los cielos de Roma se oscurecieron dejando en el horizonte solo un tenue resplandor carmesí.

El tañido de la campana llamando a vísperas, la sexta hora canónica, despertó a Fidelma de mala gana de un sueño profundo.

Poco después de la última hora canónica, es decir, de la nona, el convento queda apagado, en silencio, hasta la hora de maitines.

Cuando oscureció, le velamos, con cirios encendidos alrededor del ataúd, hasta las cuatro de la mañana, que, como sabéis, es la hora canónica.

-Murióa las tres, la hora canónica en la que cada día yacía con una mujer.