Parecía que no hubiera ido nunca antes a un hotel del amor.

Para los estándares de un hotel del amor, la habitación era bastante sosa.

Vio un hotel del amor al otro lado de un famoso cruce de Roppongi.

Claro, en un hotel del amor, ya se sabe.

No tardamos mucho en llegar al hotel del amor.

En ella aparecía junto a un hombre en un hotel del amor, y la imagen sugería muchas cosas.

Sato tenía los preservativos que había cogido del hotel del amor en el que había estado con otro cliente.

Si era el sarpullido, esperaba que permaneciera oculto hasta que dejaran el hotel del amor en que pensaban alojarse a su llegada.

No debíamos tener estas precauciones cuando nos enviaban a un hotel del amor específico, pero en un domicilio particular era importante ir con cuidado.

De repente, se vuelve con seriedad y yo me veo cruzando el umbral de un hotel del amor por primera vez en mi vida.

A veces transportaba mercancías, pero normalmente llevaba turistas a los hoteles del amor.

Estoy en Tokio, en la colina de los hoteles del amor.

Las luces de neón en los hoteles del amor se encendían y se apagaban.

Los hoteles del amor están pegados unos a otros, a lo largo de la colina.

Ahora estamos frente a la puerta de uno de esos hoteles del amor, en el barrio de Shibuya.

-Poppy ,porfavor, no lo llames el hotel del amor.