El manteo negro, cruzado por delante, lo sostenía con las dos manos cruzadas.

Solo el canto de difuntos y el manteo negro, bordado de plata, exhalaban encantos.

Como quería darle una lección magistral, Domingo le recibió al día siguiente con hábito blanco y manteo negro.

Vestía éste un manteo negro sobre su sotana y se cubría la cabeza con el clásico sombrero de teja.

O, sencillamente, le había envuelto y desbordado la conspiración de los manteos negros, las campanillas de plata y los azucarillos de nieve.

Entran en la catedral los hipócritas seminaristas, con manteos negros, y a ambos lados de los hombros tienen vueltas de seda roja.

Y los maestros, aquellos hombres de manteos negros que paseaban por parejas y conversaban en un latín fluido, no harían el menor gesto para ayudarla.