Una mujer, casi una niña, pegada a un mocetón alto y musculoso.

Era un mocetón alto, robusto, rubio, de ojos azules tiernos y piel blanca.

Es un mocetón alto, guapo, robusto y lleno de vida.

No era un mocetón alto y fuerte como ahora.

Frente a Nélida estaba un mocetón alto, tostado por el sol y de mirada dura.

Uno de ellos es un mocetón alto y fornido, los otros dos son bajitos y rechonchos.

Galyn, un mocetón alto y robusto de unos veinticinco años, alzó una de sus tupidas cejas rubias.

Un mocetón alto de voz aflautada.

Un mocetón alto, rostro frío.

El Jaro era un mocetón alto y huesudo, con el rostro salpicado de pecas y con un encrespado cabello rojizo.

Y sus compañeros descubrieron que ahora tenían que vérselas con un mocetón alto y duro, tan duro como el hierro.

Un mocetón alto, elegante, de unos treinta y tantos años, cabello rizado color canela y sonrisa de encantador de parroquianas.

Éste, sin embargo, no era un niño, sino un mocetón alto y robusto, con una mente también sencilla y grandes posibilidades.

Hace algunos años, en París, se presentó una mañana, en mi guardilla un mocetón alto, fornido, afeitado, con cara de cura.

Frank, el hijo de los Keller, era un mocetón alto, de cabello castaño y ojos azules, que pareció encantado con Amelia.

Mientras algunos se precipitaban a ejecutar aquellas órdenes, el barretero Tomás, un mocetón alto y robusto, se acercó y con tono resuelto, dijo: