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Está medio loro por el peligro que amenaza a una persona amada.
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Su monólogo constante era esta retahila de loro de puerto de mar:
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No obstante, se conoció que profirió amenazas contra los propietarios del loro.
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Gracias, señora -exclamóel vagabundo después de haberle entregado el loro real-
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El atribulado Esteban pasaba malas horas a causa del asunto del loro.
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El chillido de la cotorra fue la primera respuesta a su timbrazo.
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Pero en el momento de sonar la última campanada la cotorra gritó:
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Hablaba como una cotorra, pero inspiraba una profunda desconfianza en los demás.
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De no ser por esa cotorra indiscreta, nada de esto habría sucedido.
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O puede que fuera porque estaba sentada al lado de una cotorra.
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Era una cacatúa, todo graznidos y plumas ahora, todo pavoneos y picoteos.
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Mundialmente conocida por su buen corazón y por ser una cacatúa deslenguada.
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A su lado estaba doña Beatriz, larguirucha, repintada, con expresión de cacatúa.
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Una cacatúa ríe, invisible, se ríe como si conociera un secretó divertido.
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Se ha montado un señor que llevaba una cacatúa en una jaula.
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Es el guacamayo que os he hecho llegar junto con esta carta.
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Las investigaciones para encontrar el pequeño guacamayo azul no han dado resultados.
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El guacamayo estuvo a punto de arrancarle la oreja con las garras.
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El guacamayo comenzó a imitarle y llegaron a confundirse las dos risas.
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Deberá ser reemplazado por un guacamayo similar, el rojo, bello e inteligente.
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Y si no era uno y el mismo papagayo, el problema disminuía.
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En papagayo me habrías sido más útil que en fiel de fechos.
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Sintió el deseo casi incontenible de retorcer el cuello al papagayo disecado.
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Otras decían que hasta a un papagayo se le podía enseñar versículos.
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Sobre la jaula del papagayo colgaba un soñoliento cobertor de felpa roja.
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Pero la muchacha, entre tanto, había comenzado a discurrir con el papagayo.
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Joáo Abade extraña de pronto el cotorreo del papagayo de los Vilanova.
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El papagayo, contando una historia interminable, salva la virtud de una muchacha.
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Al reo Manuel Pedro de Peña, papagayo mayor del patriciado, lo desblasoné.
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Su marido repetía como un papagayo: esto no es cosa de mujeres.
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Farid repitió como un papagayo las rimbombantes frases que Josef le dijo.
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Fui a una tienda de animalitos domésticos y casi compro un papagayo.
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Sentía curiosidad por averiguar si el papagayo le hablaría estando ella sola.
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Con que, en vez de charlar como un papagayo, danos de comer.
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El papagayo se puso a mirar por la ventana con aire soñador.
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Yo no sabía que un papagayo tan pequeño fuera capaz de hablar.
