El terreno que pisaban no permitía el galope de los caballos.

Pero la tierra que pisaban no tenía parecido alguno a la de Castilla, pues los peligros y las dificultades brotaban por doquier.

El mal tiempo no había pasado, pero de alguna manera los mellizos, los Portadores de la Simiente y el césped que pisaban no estaban mojándose.

La seca piedra que pisaban no conservaba ninguna huella del hombre de negro, pero el pistolero sabía que había pasado por allí antes que ellos.

¡Y el suelo que pisaban no era liso!