Afinó y probó una docena de silbatos metálicos.

Ante la mirada benévola de sus acompañantes se probó una docena de saris antes de decidirse por uno.

Claire probó una docena de versiones distintas de su combinación de fotos de la sala de máquinas antes de decidirse por una.

Probó una docena de canales antes de encontrar el que todavía funcionaba.

Probó una docena de formas diferentes, y al final dio con la apropiada por pura casualidad.

Probó una docena de ocupaciones, pero, al final, las abandonó todas: negocios, una oportunidad para entrar en el Foreign Office, una granja en Sussex.