Para S. M. ningún deservicio puede ser igual del que se le podría recrecer de esto.

Lillo llegaba al anochecer y se sentaba a su lado, viendo en silencio el crecer y recrecer de las llamas.

Se recrecía de nuevo al ver que alguien le estaba escuchando:

Si cesaba, se recrecía de nuevo de manera espontánea, como si algo le recordara en su interior el motivo hilarante.

Pelayo asentía escuchando el relato y cuando oyó nombrar a su esposa, a Martín le dio la sensación de que se recrecía de orgullo.