Lo más sabio y saludable es ubicar un rincón donde retozar sin preocupación.

El desierto era un lecho magnífico, y podían retozar sin interrupción bajo el ancho cielo.

A Alicia no le gusta retozar sin banda sonora.

Viento huracanado sacudía mástiles y aparejos, cortaba los rostros, levantaba olas gigantescas, que a todo el navío hacían retozar sin decoro.

Toda la noche había estado buscando una dama con la que poder retozar sin verse envuelto en los chismorrees que lo rodeaban.

Los elfos no van a molestarse en venir hasta aquí cuando tienen todavía hogares bonitos y seguros en los que retozar sin miedos.

Los rosados flamencos, ibis, pelícanos, retozaban sin temor al borde de un estanque.

Los peces plateados seguían saltando y retozando sin cesar.

Yo había escrito ese cuento, dijo la maestra, mientras los demás retozaban sin ningún objetivo claro.

Bueno, los domingos a la mañana era más largo, casi toda la mañana, retozando sin apuro.

Uno de los nativos cayó, se puso en seguida de pie y siguió retozando sin herida alguna.

Chloé se estaba mirando en el agua de la pecera de plata pulida donde el pez rojo retozaba sin empacho.

¡Tú pareces haber pasado dos días y dos noches retozando sin resultado con la misma mujer.

¡Qué bien lo hemos pasado en los últimos años mientras Lindy y tú retozabais sin parar!

La joven retozaba sin hacer gestos, con sus ojos de miope muy abiertos, inventando pasos y movimientos encantadores de los brazos.

Una mancha de sol los envolvía mientras retozaban sin prestar atención a la mujer, que agachada, daba vueltas a su alrededor disparando una cámara.