1
A ver, rico avariento, dé usted para la obra de Dios.
2
DANIEL.- Renuncia a lo que más deseas; y si el rico avariento quiere quitarte tu propiedad, déjasela.
3
Pues a él llevaremos estas sobras de la mesa del rico avariento, ya que han venido a nuestras manos.
4
También les obliga trabajar horas sin paga, porque para el rico avariento, el trabajador sirve como el carro, cuando no sirve solo hay que cambiarlo.
5
Todos ellos comen del pan ajeno y vagan por el mundo sacudiendo vengativos su miseria y rascando su podre a la puerta del rico avariento.
6
Ellos son hoy el rico avariento, guardándose para ellos el Tesoro sin precio, y nosotros el pobre Lázaro muriendo de hambre y lleno de llagas.
7
Pasada la casa del Rico Avariento, se vuelve a la derecha y se sigue caminado a poniente.
8
-Poco a poco, señoras mías -observó el rico avariento, echándose sobre el respaldo del sillón-.
9
-Perono es él como el rico avariento.
10
A mano derecha, vi el paraje donde estaba el pobre Lázaro, y enfrente, al otro lado de la calle, la casa del Rico Avariento.