No, al menos, sin soltar cabos, sin romper amarras con nuestro entorno.

Había llegado la hora de romper amarras, de visitar el mercado.

Como no era tonto, decidió romper amarras y zarpar hacia países más acogedores.

Al dar la espalda a esta tierra maltratada y amordazada, pensé romper amarras.

Ella declinó, pero sin romper amarras; la música, el ruido, impedían diferenciar las palabras.

Lo que me lleva a desobedecer no son tanto las ganas de romper amarras.

Necesitamos, si queremos seguir viviendo como un pueblo, romper amarras con España y con Francia.

Y se dio la orden de romper amarras, comenzando a navegar los barcos mar adentro.

Aunque lo que él quería era romper amarras, como se le habían roto a Fany.

Fue para ella el momento de romper amarras.

Pobre Valeria, romper amarras bruscamente tiene un precio.

No tiene ningún sentido romper amarras con él hasta que investiguemos ese llamado Río de la Luz.

Realmente hay momentos en que el deseo de romper amarras es fuerte...

Pero aquí decidieron romper amarras con la tradición jurídica occidental, en un como quien no quiere la cosa.

Precisamente acabo de romper amarras.

Probablemente hacía lo mismo todas las noches y había llegado hasta allí sin experimentar la necesidad de romper amarras.