La mancha imprecisa fue concretándose en un rostrocenceño tocado por un tricornio.
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El abad de rostrocenceño suspiró y agachó la cabeza.
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Pero, si habían ido mal, el rostrocenceño del rey era la viva imagen de la muerte.
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De rostrocenceño y amable, con tímida sonrisa, a Adrian Newey le gusta moverse lejos de los focos.
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Ella se quedó mirándole estupefacta, pensando que se burlaba de ella, mientras examinaba su rostrocenceño y astuto de campesino, quien continuó:
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Por primera vez experimentaba miedo de su compadre Ireneo, cuyo rostrocenceño ungido por aquella terrible sangre-fría, parecía resplandecer con una sonrisa siniestra.