Nerviosos, se fueron separando en espera de que aullido sonara otra vez.

Dejó que el timbre sonara otra vez y miró por la mirilla.

Metí el teléfono en mi bolsillo, casi esperando que sonara otra vez.

A los diez segundos se descubrió esperando que el teléfono sonara otra vez.

Temía que sonara otra vez para darme otra mala noticia.

Esperé a que el teléfono sonara otra vez, pero la tercera llamada nunca se produjo.

Cogió el auricular antes de que el teléfono sonara otra vez y volvió a colgar.

Levanté la aguja y volví a ponerla sobre el disco para que sonara otra vez.

Despacio y nervioso, subí del sótano, dando tiempo al timbre para que sonara otra vez.

Era su voz honda, su voz potente y persuasiva la que parecía que sonara otra vez.

Le pidió al teléfono que sonara otra vez, que le mostrara su número en la pantalla.

Se vio a sí mismo sosteniéndose los huevos, aturdido, esperando a que el teléfono sonara otra vez.

Transcurrieron unos segundos lentos y angustiosos durante los que esperé que el timbre sonara otra vez, pero nada.

Wexford dejó que sonara otra vez.

Dejó que sonara otra vez.

Me detuve con la cabeza vuelta y la camisa en la mano, esperando que la campanilla sonara otra vez.