Hugues está tan enardecido con el vino que no notará el cambio.

Y ¿qué es lo que te tiene tan enardecido, después de todo?

Estaba tan enardecido por mis hallazgos que quise compartirlos inmediatamente con todo el mundo.

Mi estado de ánimo estaba tan enardecido como esas llamas.

Todo mi cuerpo está tan enardecido que apenas siento que me arde la nuca.

Se encontraba tan enardecido que Isis se sorprendió al ver la tremenda erección que ofrecía su miembro.

Había utilizado esas palabras, y Erzsébet nunca había visto tan enardecido a aquel hombre silencioso y taciturno.

Y el presidente, tan enardecido como cualquier espectador, concedió al gran espada la oreja de su víctima.

Le clavó las uñas y sus caderas lo embistieron hasta que Jordan estuvo tan enardecido como ella.

Su apacible poeta, su solemne y erudito maestro, su tímido amante estaba tan enardecido como los demás.

Jeremy nunca había hablado tan enardecido.

Su espíritu aventurero jamás se había sentido tan enardecido como en aquella asombrosa expedición por el reino del intelecto.

Pero ninguno se sintió tan enardecido como el margrave Iring, el señor de Daneland y bien pronto lo hizo ver.

Pero, agregó: "David estaba tan enardecido y rebosante de entusiasmo que pensé que algo teníamos que hacer con él.

Estaban inmersos en un frenesí de ladridos tan enardecido que sus ensordecedores ruidos le impedían oír los cantos de las monjas.

El jinete estaba tan enardecido como su potro, que caracoleaba y trataba de correr, pero era frenado por la mano fuerte del experimentado jinete.