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El tortosino contempló la matanza con su aire feroz, jactancioso y alegre.
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El caudillo tortosino, que era un hombre genial, no durmió aquella noche.
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Y así fue: al político tortosino le quedó poco más que decir amén.
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Por el Maestrazgo, ya corría un enigmático tortosino llamado Ramón Cabrera.
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Francesc Boix ya era conocido por su trabajo con el fotógrafo tortosino Antoni Garcia.
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El tortosino tenía razón y se arrepintió de haber llevado las cosas de aquella manera.
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En cambio, con los matadores del conde de España, el caudillo tortosino estuvo más discreto.
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Aquel tortosino estaba empeñado en que fuera un pintor de género, al modo de Moreno Carbonero.
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Adoptamos el segundo partido que se nos propone y esperamos al tortosino Ramón Cabrera a pie firme.
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Llamábase Mosén Putxet, y era tortosino, un si es no es ilustrado y muy corriente en todo.
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Este tortosino alcanzó la alcaldía en 1885 y también entre 1891 y 1892.
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En el Estado Mayor que rodeaba al general tortosino tremolaron un pañuelo blanco en la punta de una lanza.
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Sentía gran entusiasmo por el caudillo tortosino, y a todos los actos del cabecilla quería darles aire mesiánico y simbólico.
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Con Ansúrez y su venturoso hallazgo entraron en el coche dos amigos del primero: un marinero tortosino y un traficante balear.
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A la semana de vivir en Morella, apareció en la cocina de la casa de mi patrón Llisterri, un canónigo tortosino.
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Bayerri lo hace tortosino, el cubano Jacinto F. García sostiene que había nacido en Cambrils (Tarragona) y que era judío.