La idea de que se pudiera querer a aquel viejo apergaminado le pareció ligeramente ridícula.

Era un viejo apergaminado que llevaba sesenta años desafiando el calor, el frío, el viento y la tempestad.

El primer septarca de Manneran, un viejo apergaminado, asistió a la boda, como casi toda la nobleza local.

Aquel viejo apergaminado se lanzó a un galope asombroso y desapareció en un santiamén, por el camino real, lanzando chispas.

Pero, dijo una vocecita en lo más profundo de su mente, ¿sería un cambio incruento, como afirmaba aquel viejo apergaminado?

Dar con el único viejo apergaminado, y tuerto por añadidura, que no tenía ni un solo cabello blanco en la cabeza.

Tras ellas apareció un viejo apergaminado, amarillento, con los ojos hundidos en las profundas órbitas y la boca circundada por una aureola de arrugas.

-¿Pasarse todo el día en la biblioteca de un viejo apergaminado que no se lava creyendo que eso le hará rejuvenecer?