Nadie sabe sus nombres, excepto quizás el viejo fra cascarrabias que cuida de esa vidriera.

Era grande y corpulento, e intentaba dejarse barba para parecer el viejo fra que estaba destinado a ser.

Tras una larga espera, la puerta de la pantalla milésima se abrió con un crujido para mostrar la silueta de un viejo fra.

Él había comido un caramelo de azúcar quemado, los favoritos del viejo Fra.

Había soportado al viejo Fra Bacchus durante once años de infierno.

En comparación con él, aquel viejo Fra era un padrino de cuento de hadas.

"Esposas burgos que intentan sentir algo" era una descripción especialmente cruel que en una ocasión había oído en boca de un viejo fra.