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Soy un viejo sacerdote a quien puede decirlo todo sin peligro alguno.
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Imaginé que eran rocas de un viejo sacerdote imbuido de ideas religiosas.
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Su único consuelo era el amuleto que había recibido del viejo sacerdote.
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Un temor y una ilusión nerviosos surgieron del interior del viejo sacerdote.
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En su entusiasmo, el viejo sacerdote abandonó por completo su escaso inglés.
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Pero esa imagen no fue lo que más perturbó al viejo sacerdote.
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El viejo sacerdote rúnico observó a los guerreros reunidos e inspiró profundamente.
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Ante la terrible amenaza del edicto, hasta el viejo sacerdote había vacilado.
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Solo el viejo sacerdote sabía que sufría los efectos del agua envenenada.
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Este encuentro supone la misma ecuación que el dilema del viejo sacerdote.
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Para colmo, la mención al viejo sacerdote acababa de recordarle sus advertencias.
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Ahí estaba el viejo sacerdote, sacudiendo la escala todo lo que podía.
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Es un milagro que el viejo sacerdote siga siendo capaz de moverse.
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Dos días después un viejo sacerdote se ahoga en su propio estanque.
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El viejo sacerdote que se encontraba en la Catedral Metropolitana estaba encantado.
16
El viejo sacerdote con colorete en las mejillas y los brazos destrozados.
