El mismo día, después de una breve investigación, ¡Violone queda despedido!

Violone está obligado a conducirle al despacho del señor director.

Violone prosigue, con voz lo más baja que puede.

Ante tales palabras, mientras la voz de Violone vibra sordamente, Pelo de Zanahoria finge dormir.

Violone, que se siente añorado, tiene la coquetería de partir a la hora del recreo.

Sin embargo, le parece que Violone sigue repitiendo:

Teme una nueva y repentina reaparición de Violone.

Sin embarazo alguno, Violone se dirige hacia él justo cuando se oye un estruendo de cristales.

Por lo general Violone no las mira.

-Sí-diceViolone-,te he besado, Marseau; puedes confesarlo, pues no has hecho nada malo.

Después, en cuanto Violone se ha alejado, dice a Marseau, con el torso fuera de la cama y casi sin aliento:

Después se levanta para irse, y Pelo de Zanahoria le sigue con la mirada, mientras Violone se desliza entre las hileras de camas.

El preceptor, Violone, de un vistazo se asegura de que todo el mundo se haya acostado y, de puntillas, baja el gas muy despacio.

Pasa la mano derecha sobre los restos del cristal roto, que le muerde como si tuviera vida, y amenaza a Violone con su puño ensangrentado.