Había un animal escondido debajo de esa piel, una vorazbestia de ambición.
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Peor todavía: hice eso después de saber cuan vorazbestia es.
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En el piso de arriba, subiendo las escaleras, sabía que yacía un brazo que había pertenecido a la feroz y vorazbestia.
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La flecha se clavó en una mejilla de la vorazbestia que ascendía a saltos por las rocas, pero eso no ralentizó su frenética carrera.
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Las criaturas que habían caído al agua fueron atacadas por las voracesbestias.
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La calima le acechaba como una manada de voracesbestias.
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A veces, aún seguían con vida cuando las voracesbestias empezaban con su cruel obra.
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Varios bergantines naufragaron comenzando apenas el viaje y las voracesbestias del río probaron un alimento desconocido.
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Pero, de forma mucho más dolorosa, la vorazBestia penetró en su misma alma y la atrapó.
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La cara hermosa y pesada seguía con atención los movimientos de las voracesbestias alrededor de sus botas.
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Más allá de los más negros abismos del tiempo, se vio agazapada y temblando en las junglas primordiales, perseguida por voracesbestias de presa.
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Los bosques estaban llenos de peligros ocultos, voracesbestias salvajes, bandidos sin ley alguna, hombres bestia deformados por el Caos y cosas mucho más siniestras.
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Les gustaban los rincones oscuros, y no había en todo el universo criatura más aficionada a las cacerías que las voracesbestias del Páramo Sombrío.