Los ancianos se asquean de sí mismos y de otros viejos; eso de la ancianidaddigna es para los sabios.
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El Estado, dándole una especie de franquicia gratuita a las administradoras de pensiones, viola el derecho de la población salvadoreña a una ancianidaddigna.
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Esa, que todos tenemos derecho a una ancianidaddigna, hoy en día decimos asegurada, es la verdad básica en el campo del sistema de pensiones.