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Este bosquete de avellanos es considerado el avellanar más meridional de Europa.
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En la breve curva de los avellanos, nos deslizamos hacia el otoño.
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Detrás se abría un claro de hierba entre avellanos y olmos jóvenes.
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A su derecha, sauces y avellanos acariciaban con sus hojas el agua.
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Los álamos protegían el campo, y saúcos y avellanos colmaban las cunetas.
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Así conoció a Martín, conduciendo su recua entre los bosques de avellanos.
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Bailaba la primavera en los espinos y sembraba de botones los avellanos.
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Aquellos abedules y avellanos abatidos por alguna tempestad constituyeron una horrible barrera.
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En cuanto a los arbustos, hay avellanos, espinos, sauquillos, filipéndulas y lespedezas.
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Aquel sonido arrancó ecos en las bóvedas entrelazadas de avellanos y tilos.
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Había espinos, arces y avellanos artificiales tan bien arreglados que parecían verdaderos.
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Por los riscos hay arbustos frondosos como las filipéndulas, avellanos y lespedezas.
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Granados, avellanos y frambuesos, que cubrían la cerca con sus tallos espinosos.
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Entraron por el camino de los avellanos y subieron la pequeña pendiente.
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Luego vienen unos arbustos, muchos arbustos, avellanos, álamos blancos, espinos y aligustres.
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El pequeño prado, rodeado de avellanos, resultó tener la suavidad del terciopelo.
