Al emperador Moctezuma le gustaba desayunar los huevos frescos de cierta chincheacuática.
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No se proponía dejar más huella en las colinas de Dakota que una chincheacuática en un martini doble.
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Los abejorros revoloteaban perezosamente sobre los húmedos tremedales; la chincheacuática trazaba garabatos en la superficie del agua, sobre los oscuros remansos del río.