Claudia dejaría de plantar y, si es posible, extraería buena parte de los ejemplares existentes cuando se trata de ligustros, acacios negros, paraísos y crataegus.

Crataegus se disculpó con el alcalde y con todos los ciudadanos.

Desde entonces habían pasado cuarenta años y el señor Crataegus había aprendido a caminar con una muleta.

Desde la calle se oyó el ruido sordo de la muleta golpeando sobre la madera, Crataegus estaba bajando la escalera.

-Quétonta, son de Crataegus Oban.