Pero cada vez que los tenderos le ofrecían el jamón navideño lo rechazaba educadamente.

Los rechazaba educadamente, y me liberaba con un tirón.

Luego me tendían el canuto que yo rechazaba educadamente.

Yo lo rechazaba educadamente pero con determinación, casi siempre con un sencillo movimiento de la mano.

No tenía la más mínima intención de regresar al cine a pesar de que le seguían lloviendo importantes ofertas que rechazaba educadamente.

Hasta entonces era él quien rechazaba educadamente los casos, y sus clientes los que se presentaban en su despacho y le suplicaban que los aceptara.