1
Según la leyenda, un rey escita recibió al apóstol santo Tomás en esta corte.
2
Luego, sacando una cajita, la presenta al rey escita, diciéndole:
3
Contemplando el arco y a sus rivales, el rey escita no lamentó ser el último.
4
Casi al mismo tiempo se presentó en nuestro campamento un rey escita cargado de regalos.
5
El rey escita, mirando el arco y a sus rivales, no lamentó en absoluto ser el tercero.
6
El rey escita, contemplando el arco y sus rivales, no se lamentó en absoluto por ser el último.
7
El cónsul fue enterrado de pie, con su ornamento de oro en torno al cuello, como un rey escita.
8
Desde esa tarde, el rey escita ha estado a mi lado, susurrándome al oído lo que sucedió en tiempos remotos.
9
Confiaba a sus mensajeros trocitos de papel blanco, de los que solo sus aliados lograban hacer visibles los mensajes del rey escita.
10
El rey escita no le dijo al heraldo lo que significaban esos regalos, así que Darío lo interpretó, ante sus oficiales, de esta manera:
11
De hecho, uno de ellos, un rey escita llamado Linco, ¡mató a mi pitón derecha cuando estaba dando lecciones de agricultura a sus ciudadanos!
12
Sin embargo, ¿alguien puede decir que un tocado de oro hecho en un pasado remoto para un rey escita ya olvidado sea un artículo ordinario?
13
Luego, sacando una cajita, la presentó al rey escita diciendo: "Vuestra Majestad encontrará en esta cajita el verdadero díctamo que crece en mi país.
14
-Ándate con cuidado, Alejandro -le dije mientras lo peinaba-, es posible que te ofrezca su hija como aquel rey escita.
