Así se quejaba Acalón y estaba tan sañudo que no podía más.

Y el caballero en que vio tan sañudo a Galván, le dijo:

En 1154 murió Roger II, el tan sañudo enemigo del Imperio.

Y fue el uno tan sañudo contra el otro que comenzaron su guerra, que nunca después desfalleció.

Entonces fue tan sañudo y tuvo tan gran pesar que no supo qué hacer, y dijo que:

Así se fue el emperador tan sañudo, como si el enojo fuera con otra tan grande como él.

Cuando Florestán se vio amenazar de muerte y hablar de cobarde fue tan sañudo que maravilla era, y dijo:

Cuando le oyó ésto, Garadán fue tan sañudo que tornó como fuera de sesos, y dijo a una voz alta:

Y cuando el duque oyó que el rey su señor amaba mucho a su mujer, fue tan sañudo que no podía ser más.

-Puesno estaréis tan sañudo que parte de la caza no nos dejéis.