Vorbis se medio volvió, percibió la atención avergonzada de Brutha y sonrió.

Vorbis se levantó y fue hacia los arbustos que escondían a Om.

Descubrió que no se atrevía a mirar la expresión de Vorbis -

Y entonces, por primera y única vez, vio a Vorbis realmente furioso.

Vorbis se sentó en un asiento de piedra debajo de un saúco.

Vorbis la cogió y la examinó minuciosamente, dándole vueltas entre sus manos.

Vorbis miró al obispo Treem, que era el archivero de la Ciudadela.

Últimamente Vorbis ya no solía bajar a ver trabajar a los exquisidores.

Brutha fue hasta el cuerpo de Vorbis y lo levantó del suelo.

Cuando Om volvió a aparecer, Brutha se había arrodillado junto a Vorbis.

Vorbis yacía sobre el costado, sus ojos negro-sobre-negro clavados en el vacío.

Podía cortar en dos a Vorbis sin necesidad de esforzarse demasiado.

Pero Vorbis tenía ciertos hábitos mentales que aprendías a reconocer, pasado un tiempo.

Vorbis levantó la mano para señalar la gran fachada del templo.

Brutha tuvo ocasión de echar una mirada al rostro de Vorbis.

A unos metros de allí, Vorbis contemplaba el retazo de cielo.