Pero aunque las novelas acertasen, el tema es pequeñito, cominero y fútil.

Eso decía este cominero a su furibunda consorte turca, sirviéndole de excelente coartada.

La censura española era entonces célebre por su formalismo cominero.

Hindenburg no era celoso, no era quisquilloso, no era cominero.

Se había hecho tímido como una liebre, escrupuloso, cominero.

Luján era un hombre violento, avaro, de mal humor, de genio desigual, cominero y desagradable.

No creemos calumniar a nadie diciendo que el señor Birouste era un cominero, un espíritu mezquino.

Luego este hombre cominero y regateador va a morir por la patria con un valor heroico.

Pero contra lo que esperaba, el cominero no habló una palabra de viaje a la mañana siguiente.

Ya las flexibles manos del cominero acariciaban la parte por donde la tapa del doble fondo se levantaba.

Si los billetes eran de otra clase, aunque la cantidad fuese la misma, el cominero se llamaría a engaño.

Era cominero y ridículo.

Pero, desde entonces, en el pueblo decían que un hombre era un Morris Finestein si le encontraban afectado o cominero, o si lloraba.

Pero desde entonces, en el pueblo decían que un hombre era un Morris Finestein si le encontraban afeminado o cominero, o si lloraba.

El concienzudo y cominero Suetonio nos dice que, a partir de este momento, se esfumó el pasajero amor e hicieron los esposos lecho aparte.

Odiaba sencillamente a su marido, a quien tenía por el más vulgar de los hombres, cominero, fisgón, refractario a toda poesía y a toda literatura.