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Todo en este lugar era dulcedumbre, plena y sabrosa madurez y suprema voluptuosidad.
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En la plácida dulcedumbre del verano me senté con él en la arena.
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Inclinada hasta él tenía algo de maternal, algo de dulcedumbre desconocida.
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Aquél era uno de los momentos que llenaban de dulcedumbre sus horas de soledad.
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Amaba la sencillez de la muchacha, su dulcedumbre, su alegría sosegada y su compostura.
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A lo lejos balaban los rebaños y una infinita dulcedumbre parecía cernerse sobre la tierra.
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Su voz apagada, llena de dulcedumbre, no parecía humana.
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El tipo tenía un olor raro, a dulcedumbre, a pobredumbre, agg, ¿no lo notaba ella?
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Y quien los ha gustado sabe el precio de la vida y la dulcedumbre de abandonarla.
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Empleaba, verbigracia, "dulcedumbre" por "dulzura", o "albigualda" por "amarillento".
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Me habla con una dulcedumbre enloquecedora.
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Todo en el poder amatorio del vizconde consistía en la mirada, en la dulcedumbre quieta de la mirada imploradora.
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Hubo entre aquellas religiosas algunas de singular virtud, cuyos tiernos coloquios convirtieron insensiblemente en dulcedumbre los sinsabores de su vida.
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Sentí que aquella dulcedumbre me incendiaba y desabroché ávidamente su chaqueta, introduciendo mi mano bajo la tela de su camisa.
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Son frutos que regamos con nuestra sangre y cuidamos con nuestros desvelos, y que, en la madurez, no guardan para nosotros su dulcedumbre.
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Y lo reconocí también en la infinita dulcedumbre del viento que movía los flecos de los toldos del lado de enfrente de la calle.