Un anciano tocaba con la zanfoña una melancólica melodía.

Era extranjero; se llamaba Jevanny, y apareció por el camino tocando su zanfoña un día de invierno.

Entre mis servidores tengo a quienes tañen el salterio, la zanfoña y el rabel como los propios ángeles.

En un rincón, entre dos barricas, un ciego mendigo tensaba las cuerdas de la zanfoña, que la humedad había aflojado.

Meditar sobre el hígado, en cambio, es algo que el hígado, delicado como una zanfoña, callado como un dios, agradece mucho.

Stephen se pasó el resto de la velada haciéndole preguntas a la señora Bunch y tratando de sacarle unas notas a la zanfoña.

Cuando quiere corresponder con una moneda a una exquisita tocadora de zanfoña, echa en falta el libro en el bolsillo de su tres cuartos.

Estuvimos preguntándonos lo menos un año por qué lo haría, y qué haría; porque no se llevó la zanfoña, que aún sigue en ese anaquel.

La hoz brillaba en sus manos y el ciego de la zanfoña tocaba con su sombrero de vejiga de cerdo las rodillas del rico carbonero.

Las luces chisporroteaban, olía a comida, resonaban vihuelas, laúdes, zanfoñas y panderetas.

Usted la ha convertido en una feria de diversiones con puestos de venta y zanfoñas.

Pero pueden tocar zanfoñas y cuernos si se colocan los instrumentos con pequeños puntales apropiados para ellas.