La oficina era sórdidamente vulgar, con una mesa larga cubierta de fieltro verde.

Ahora son dos extrañas, que empiezan a aprender a sobrevivir sórdidamente.

Y te arrepentirás de haberte aprovechado tan sórdidamente de mi ausencia.

Encajamos en un hueco al violoncelo afinado sórdidamente por el viento.

Por ejemplo, siempre tengo miedo a que se requise la casa para utilizarla sórdidamente.

Así nos lo hicimos alegremente, sórdidamente, y disfruté el paisaje de sus nalgas vírgenes.

Se me condena como brutalmente depravada; se me coloca entre los necia y sórdidamente perversos.

Había que esperar que se disipara por sí sola; esperar y espiar, y sufrir sórdidamente.

No corría un aliento de aire y el tiempo detenido husmeaba sórdidamente entre las cosas.

Parecían las de las patas de un lobo, pero al mismo tiempo tenían algo sórdidamente humano.

No habría un esqueleto girando sórdidamente en el espacio del que un sardónico cosmos se mofase.

Su cráneo golpeó sórdidamente contra las losas pétreas.

Lo que, sórdidamente, el viejo convertía en provecho propio, Gilles lo convertía en delirio, en desorden.

La mujer, sórdidamente vestida, tenía un rostro de gallo, con una nariz puntiaguda como un pico.

Todo se había tornado sórdidamente triste alrededor.

Por esa mirada gris y sórdidamente odiosa.