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Si se aplica una transformación de supersimetría a un fermión, se obtiene su contrapartida bosónica.
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Un fermión precisaba de dos rotaciones completas, 720 grados, para volver a la misma fase.
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Se necesita el mismo número de partículas de tipo bosón y de partículas de tipo fermión.
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La supersimetría implica que tendría que existir un fermión gemelo del fotón, sin masa y sin carga eléctrica.
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En una teoría supersimétrica, todas las partículas subatómicas tienen una pareja: cada fermión está aparejado con un bosón.
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El neutrón es también un fermión.
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Si se vuelve a aplicar la misma transformación, se obtiene el fermión original, pero ligeramente desplazado hacia un lado.
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En un universo supersimétrico cada fermión tiene un compañero bosónico con exactamente la misma masa, y ahí está el problema.
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Susy repara esta asimetría añadiendo un bosón que acompañe a cada fermión y un fermión que acompañe a cada bosón.
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Si la partícula fuera un fermión, entonces el estado |ψ〉 quedaría reemplazado por -|ψ〉, que es físicamente idéntico a |ψ〉.
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Sin embargo, estas dos contribuciones siempre ocurren con los signos opuestos, por lo que la contribución del bosón precisamente cancela la contribución del fermión.
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Los bosones actúan de un modo exactamente opuesto al de los fermiones.
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Esto significa, entre otras cosas, que el número de fermiones debe conservarse.
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Cuando también se asigna masa nula a los fermiones, aparecen muchas simetrías.
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No se puede construir un láser que dé un haz de fermiones.
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Los bosones no obedecen el principio de exclusión de Pauli; los fermiones sí.