En España, claro, lo consideraban, digamos, un mero indiano; un mero centroamericano.

Cincuentón ya y magnífico, disfrutaba del abultado vientre esencial en todo indiano.

El diputado se sentó en la mecedora y se dirigió al indiano:

Ya lo dice el adagio indiano: Vino, mujer y bretaña, de España.

Cuando tuvo clara la pérdida del indiano, le dio el sí definitivo.

El indiano tenía de todo y mucho, para dar y para vender.

Miraba a su compadre, indeciso, pero el indiano era incapaz de reaccionar.

El obeso corredor, ante la visible impaciencia del indiano, no se demoró.

En la carretera se ven algunos señores, con aire indiano, que pasean.

Un indiano huidizo, una sombra fugaz, pensó con un azote de amargura.

Se casó con un indiano rico que se llamaba don Matías Lacasa.

Al cabo de un rato, volvió al cigarral de su abuelo indiano.

Era Amelia, la vecina, que trabajaba en casa de Suárez, el indiano.

Esa maldita Noemí, esa bruja es la que ha engatusado al indiano.

Cuanto más se acercaban al barco indiano francés, peor aspecto tomaban las cosas.

Cádiz de toda la vida: comercio indiano, barcos, inversiones, riesgos marítimos.