En mi sangre mozárabe envidio a los que acarician a la almea.

La almea de luz agitaba su cabellera por encima del palmeral.

Una almea, como dicen los turcos.

Las monjas les habían lavado la cara y les habían aplicado bálsamo de almea allí donde había quemaduras profundas.

Entre los peregrinos del Ramadán hay una bailarina -unaalmea de Almería-que baila o canta según los cuartos de la luna.

Pues solo las almeas salen por la noche vestidas con tanto esplendor.

Almea empezó a llamar a los invitados que ocuparían los sitios de honor.

Pero ya lo sabía Almea y no tardaría en saberlo todo el mundo.

Y las almeas (bailarinas de Almería) habían bailado en Bizancio muchas veces.

Almea impuso silencio y un escriba se adelantó hasta el estrado de la patesi.

En la puerta asomó Almea, el intendente de palacio:

La dama que acompañaba a Asurnimeli se llamaba Innania y era la esposa de Almea.

Almea se acercó a la señora, coincidiendo que hacía lo propio Akkados para deslizarle al oído:

Paulatinamente se fue haciendo el silencio, pues a una indicación de Almea intervino el eunuco mayor.

Quizás el ayudante que tuvo el bienquisto Almea.

Almea explicó que el mayordomo se había encerrado en sus habitaciones sin fuerza para afrontar la situación.